Desarrollo Emocional
Mejora tus finanzas, consigue la pareja que deseas, construye relaciones sólidas, vive una vida en armonía usando la ley de la transferencia espiritual
La ley de la transferencia espiritual, una enseñanza que nos ilumina, nos revela que la energía de la abundancia, esa fuerza vital que nos llena de bendiciones, no se niega ni se agota. Al contrario, es como un manantial inagotable que fluye y se multiplica cuando generosamente la compartimos con los demás.
Últimamente, he reflexionado sobre el impacto positivo que he tenido en la vida de los demás y en qué medida he invertido mi tiempo en ayudar a los demás. Al evaluar mis logros, agradezco a Dios por las muchas cosas que he podido realizar. Sin embargo, también reconozco que muchas de estas acciones han sido una bendición solo para mí, y no tanto para las personas que me rodean.
Es natural cuestionarnos el propósito de la vida cuando alcanzamos cierta edad y nos damos cuenta de que va más allá de la acumulación de bienes materiales y lujos. La vida es una experiencia enriquecedora que nos invita a buscar significado y trascendencia en nuestras acciones y relaciones. La verdadera felicidad radica en cultivar valores como el amor, la amistad, la solidaridad y el crecimiento personal. Al final del día, lo que realmente importa es cómo hemos impactado a los demás y cómo hemos contribuido a hacer del mundo un lugar mejor.
Y me digo: la escasez se puede sentir tanto cuando no tenemos cosas materiales como cuando no nos sentimos llenos en nuestro interior. No solo se trata de carecer de bienes materiales, sino también de buenas acciones y buenas memorias.
Dar va más allá de lo que nos corresponde. No se trata solo de dar lo que podemos, sino de incomodarnos para hacer sentir bien a los demás. Aunque no sea todo el tiempo, la satisfacción al final alimenta nuestro interior.
Es importante quererse y elegirse a uno mismo, pero también es fundamental dar un poco de lo que tenemos. No solo hablo de lo material, sino de lo intangible. Debemos dar nuestro tiempo, nuestra atención y usar nuestras manos para abrazar y ayudar a los demás. Si no nos ofrecemos como servicio para los demás, de nada sirve tenerlo todo si no tenemos esa conexión espiritual con los demás.
Es importante reconocer que el acto de dar está intrínsecamente ligado al acto de recibir. Cuando damos, no solo estamos brindando ayuda o apoyo a los demás, sino que también estamos abriendo nuestras mentes y corazones para recibir amor y gratitud a cambio. Del mismo modo, cuando amamos, experimentamos el amor en todas sus formas y manifestaciones. Es un ciclo interconectado en el que la energía fluye constantemente.
En nuestra sociedad actual, a menudo nos enfocamos en la acumulación de posesiones materiales y en la búsqueda de la riqueza material. Sin embargo, la verdadera riqueza y abundancia provienen de compartir lo que tenemos con los demás. No importa cuánto tengamos, si no tenemos amor y la disposición de compartirlo, nuestra vida carecerá de significado y satisfacción.
La ley de la transferencia espiritual nos enseña que la energía de la abundancia no se niega ni se agota. Al contrario, se multiplica cuando la compartimos con los demás. Al dar y amar, nos convertimos en canales a través de los cuales fluye la energía de la abundancia. Es a través de estos actos desinteresados que experimentamos una sensación de plenitud y conexión con algo más grande que nosotros mismos.
No debemos acaparar la energía de la abundancia, sino permitir que fluya libremente. Compartir lo que tenemos con los demás no solo beneficia a quienes reciben, sino que también nos enriquece a nosotros mismos. Al dar y amar, nos abrimos a nuevas experiencias, conexiones significativas y un sentido más profundo de propósito en la vida.
En resumen, el dar y amar son actos poderosos que nos conectan con la energía de la abundancia. A través de ellos, experimentamos una sensación de plenitud y conexión con los demás.
No importa cuánto tengamos, si no compartimos y amamos, nuestra vida carecerá de significado y satisfacción. Así que recordemos siempre que es dando cuando se recibe y es amando cuando sentimos amor.
Si algo bueno sucede en tu día, no te limites únicamente a agradecer al Universo o a Dios. También reflexiona sobre cómo puedes extender esa bondad que te ha ocurrido. Por ejemplo, si alguien te ha dado un regalo inesperado, considera cómo puedes devolver ese gesto generoso a otra persona. Tal vez puedas sorprender a alguien más con un detalle especial o brindar apoyo a alguien que lo necesite. Al hacerlo, estarás multiplicando la alegría y la gratitud en el mundo, creando una cadena de bondad que puede inspirar a otros a hacer lo mismo. Recuerda que cada pequeño acto de amabilidad puede tener un impacto significativo en la vida de alguien más. Así que, en lugar de quedarte solo con la gratitud, busca maneras de compartir y expandir esa bondad que te ha sido otorgada.
Si nuestro día no fue muy bueno, ¿cómo puedo transmitir lo opuesto o en una forma positiva al llegar a casa?
Y te digo, esto sucede en casi todos los hogares, sin excepción. El marido, agotado por un día lleno de contratiempos, o la esposa, lidiando con situaciones estresantes, llegan a casa con la intención de desahogarse con su pareja. Curiosamente, en lugar de encontrar consuelo, pareciera que se enfadan aún más, como si sus parejas fueran las culpables de su mal día. Es como si depositar toda esa energía negativa en el otro fuera a hacerles sentir mejor, pero en realidad, nunca ocurre así. La otra persona, quizás, no está en el estado de ánimo adecuado para escuchar tus quejas, o tal vez tiene sus propias preocupaciones y preferiría recibir un abrazo cálido, una sonrisa sincera o escuchar palabras como “te ves bonita”, “te ves guapo” o “me encanta estar en casa”.
Hoy quiero compartirte algo que hago desde hace ya un par de años. Cuando llego a casa y he tenido un día terrible, y me conozco, y sé que voy a quejarme apenas vea a mi pareja. Lo que hago es en la puerta de la casa, o dentro de mi carro. Me quedo en silencio, por 1 minuto, pero lo coloco en mi celular, que me avise cuando pase 1 minuto, y cierro mis ojos, o me enfoco en el horizonte, y tomo respiraciones profundas, diciendo en mi mente: Acepto con amor este día, todo ha pasado para mi mayor bien, estoy seguro y agradecido por llegar a casa.
Puedes tener tu propia frase, la que más te sirva, recuerda que debes aceptar el día tal como es y que estás agradecido por estar a salvo en casa. Este simple movimiento de pensamientos va a cambiar tu actitud, y créeme, tu pareja lo va a notar.
Este es solo un ejemplo de lo que quería hablar con ustedes hoy, y la ley de la transferencia espiritual. Puedo entregar a los demás lo que recibí, pero de manera positiva. Es transmutar esos miedos, ira, dolor y soledad por su contrario.
Si deseas una vida abundante y llena de sentido, una vida que te encante y te llene de felicidad, debes ofrecer tu ayuda a los demás. Pero no solo se trata de dar cosas tangibles, materiales, sino de brindar algo más profundo, algo invisible pero que alimenta el alma. Aquello que te hace feliz, compártelo con generosidad y sin restricciones hacia los demás. A menudo nos han inculcado la idea de que debemos aguantarnos, de que no debemos expresar nuestros sentimientos, pero en realidad, lo que siento es que muchas veces nos encontramos rodeados de personas equivocadas, en lugar de estar rodeados de las personas correctas que nos brindarían un apoyo genuino y sincero en todo momento.
Reflexiona sobre esto de la siguiente manera. Tenemos múltiples facetas en nuestra forma de comportarnos: en el trabajo, adoptamos una actitud; en casa, nos mostramos de otra manera; con nuestros amigos, nos comportamos de manera distinta. El punto es que sabemos cómo actuar y qué decir, dependiendo de la persona y el lugar en el que nos encontremos. En cierto sentido, esto está bien, pero llega un momento en el que ya no sabemos quiénes somos realmente. Pasamos tanto tiempo actuando que atraemos a personas que disfrutan de esa actuación en particular y no a las que realmente queremos o nos van a querer tal como somos.
Por eso, si eres una persona introvertida, no tengas miedo de abrazar esa característica y aceptarla como parte de ti. Disfruta de los momentos de tranquilidad y reflexión que te brinda tu naturaleza introvertida. Permítete disfrutar de tus propios pensamientos y emociones sin preocuparte por lo que los demás puedan pensar.
Por otro lado, si eres una persona extrovertida, no tengas miedo de mostrar tu alegría y entusiasmo ante el mundo. Ríete a carcajadas, diviértete y no te preocupes por las miradas de los demás. Las personas adecuadas llegarán a tu vida y apreciarán tu autenticidad y energía positiva.
Sin embargo, es importante recordar que no es necesario actuar de manera exagerada o forzada para atraer a las personas correctas. Si bajas un poco el nivel de actuación, te darás cuenta de que algunas personas se alejarán de tu vida, pero también atraerás a otras que estarán más alineadas con tu personalidad y con lo que realmente deseas en tu vida.
Así que, ya sea que seas introvertido o extrovertido, abraza tu verdadero yo y confía en que las personas adecuadas llegarán a tu vida en el momento perfecto.
Estar aquí, hablando con ustedes de esto, es salir de mi zona de confort. Es tratar de entregar un poco de lo que he recibido gratuitamente. Me encanta escuchar a las personas, me encanta saber cómo están, cómo se sienten. Descubrí hace muchos años que Dios me regaló el don de escuchar y el don de la escritura. Así que aquí estoy. ¿Cuéntame cómo estás? Me encantaría leerte o escucharte, mándame un audio a mi WhatsApp.
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Sin embargo, reflexiona, quizás ya te hayas hecho esta pregunta: ¿Cuánto de lo que he recibido de forma gratuita puedo yo ofrecer a los demás de manera positiva y en forma de ayuda? Pondera sobre la generosidad que emana de tu ser y cómo puedes compartir tus bendiciones con aquellos que te rodean. Piensa en las pequeñas acciones que puedes llevar a cabo para marcar una diferencia en la vida de los demás, ya sea brindando una sonrisa reconfortante, ofreciendo un oído comprensivo o extendiendo una mano amiga. Recuerda que cada acto de bondad, por más pequeño que sea, puede tener un impacto significativo en el mundo que nos rodea.
¡Recibe un Abrazo!
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